"Tú querías que yo te dijera el/ secreto de la primavera" ponía Federico García Lorca en uno de sus poemas y se negaba dar una respuesta a su querido. Aunque hoy es el dos de marzo, veinte días antes de la llegada de la primavera os voy a desvelar las experiencias vividas a lo largo de esta ruta acompañada de sonrisas soleadas: "Salid a encontrarla/ por esos caminos/ ¡Va loca de soles/ y loca de trinos!" (Gabriela Mistral). El despertar de la naturaleza es difícil de identificar en estos momentos dado que el invierno apenas sacó la cabeza este año para saludarnos con nieve o lluvias frías.
Nuestro bus nos acoge como siempre para llevarnos por la infinita y verde Asturias (siempre lo veo por la ciudad y me paro un segundo para pensar si tengo que correr detrás del bus de nuevo). Me ha creado un reflejo pavloviano. Su ruido blanco me lleva lejos de la ciudad. Hay que dejarse llevar.
La vía romana de la Carisa (palabra con raíces latinas significando amado y gracia) tiene un itinerario impresionante de 42 km y para no asustar a los recién acogidos vamos a intentar unos 17km por una vía terrena de dificultad moderada al principio con una subida de 874m. Hoy no vamos a subir montañas pero nuestro objetivo es alcanzar los 1200m partiendo de una zona con una altitud baja de unos 350m.
De nuevo por caminos de origen prehistórico. Pero sobre todo y ante todo el bendito desayuno. Paramos en Pola de Lena y los famélicos del grupo se llenan de energía. La A-66 también tiene hambre y nos estornuda muy rápido en Columbiello.
Seguimos atentamente los consejos de nuestros guías y echamos mucha crema solar. De momento el sol está tiritando con nosotros pero luego nos enseñará su sonrisa más larga. Para algo valdrá la pena: "En marzu, calor temprano, pa los campos ye sano". Ya no hay tanto silencio como en la última ruta. Los trinos, los animales pastando, el discreto sonido que hace una flor de un árbol frutal al abrir sus soles, las tímidas hojas verde crudo van desapercibidas desde lejos. Por eso hay que parar y escuchar el despertar. Los ojos nunca se cansan de mirar. La ascensión igual cansa un poco, estamos cerca de Pandoto (1000m). Por ambos lados nos acompaña la Sierra del Ranero.
El valor histórico de la ruta disminuyó con el tiempo. Los campesinos y los mineros usaron tramos de la ruta por sus propios intereses. El tiempo deja huellas y hoy en día su recorrido es más para la invasiva cultura del ocio. Llegamos muy rápido donde la necrópolis megalítica del Padrún. Sólo vimos un dolmen desmontado probablemente por los campesinos que necesitaban la piedra sin darse cuenta del descubrimiento de un pasado lejano. La piedra "nos mira con su cuerpo todo de ojos/ con su inmovilidad nos desafía/ sabe implacablemente ser/ permanencia/ ella es el mundo que otros/ desgarramos" (José Emilio Pacheco).
Detrás, subimos todos la espalda del gigante guardia del dolmen. Por un lado, el mirífico Valle Aller, la Sierra del Aramo, Peña Ten, El Pierzu, los Picos de Europa para nombrar algunas joyas que adornaban el horizonte. Por otro lado...las ciudades. Una sábana de humo sucio pintaba un cielo despejado y luminoso. Eso para darnos cuenta de la parte destructiva de los humanos. Espero que un día recordaremos las palabras de Walt Whitman: "Somos la naturaleza/ durante mucho tiempo estuvimos/ lejos/ Pero ahora volvemos,/ nos convertimos en plantas,/ en troncos, en follaje/ raíces y cortezas".
Seguimos el camino pensando en lo que vimos, lo que somos, lo que queremos ser.
Jugamos un poco con las líneas divisorias de la sierra y decidimos retomar el camino de nuestra comunidad. La mitad de la ruta. Nos merecemos un pequeño descanso y un bocadillo para reponer fuerzas. Delante de nosotros los caballos y las vacas nos ignoraban pastando y disfrutando del sol.
El grupo también disfruta del día bajando en ritmo alegre. Nos espera una bajada de 944m hasta Caborana. Ahora son más visibles las pequeñas señales de primavera. Brotes de color y curiosidad infantil: "naturaleza sin freno, original energía" (W. Whitman). El río Aller, la sombra de los bosques aliviaron el último tramo de bajada por asfalto. ¡Pobres rodillas!
Llegamos todos sanos y salvos al bus para llevarnos a casa. Con este día edificamos una experiencia vivida en compañerismo con nosotros y con la naturaleza. ¡Hasta la próxima por el Retriñón!
"Caminé en la primavera temprana
por los senderillos [...]
viendo a cada árbol encender su gracia
definitiva.
Detenerse en el detalle
precioso de la forma
yo su hermana
¿Con mi corona de zarcillos propios?"
(Diana Bellessi)
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