Somos muy cabezotas, y tres años después allá vamos convencidos de conquistarlo en este 10 de marzo de 2018, para darnos de lleno con la borrasca Félix escupiéndonos su ira en la cara con una ventisca de hielo.
Susarón (1879 m) |
Partiendo de Oviedo, y echándonos a la carretera como siempre, cruzamos la Raya -el pueblo más alto de Asturias a 1520 metros- a mitad de camino del precioso puerto de San Isidro, terminando en Puebla de Lillo. El mundo al revés: sol en Asturias, totalmente nublado en León.
Nuestro plan: parece sencillo, no lo fue tanto |
Tomamos la pista de la cervatina (PR-LE 28), y al poco la abandonamos en la Tejera para afrontar una preciosa canal, que en condiciones normales es asequible, pero con la nevada caída durante el invierno nos complica la subida.
Brasileiros en la canal. Joga bonito! |
Completamos la canal como buenamente podemos y nos tomamos una breve pausa en el collado previo a la ascensión. El día está feo, con frío y viento, y no lo tenemos claro: ¿subimos? ¿lo posponemos otra vez?. NOOOOO. Si nos pusieran una pared delante la atravesaríamos a cabezazos.
Nos sentimos fuertes y confiados, y le echamos una partida al Susarón, que nos ve la apuesta. Pero siempre es la montaña la que elige el momento, y quizás este no era el más propicio. Algunos miembros del grupo nos esperarán prudentemente abajo, y otros que no deberían haber subido, lo intentan.
En procesión por la bella arista del Susarón |
Subimos por la cara Oeste acercándonos a la bella arista de la montaña, muy rápido algunos, más despacio otros, cada uno a su ritmo, alargando el pelotón hasta ir en fila india, y llegamos a la cumbre. O mejor dicho, a la precumbre. Hay un paso malo y peligroso con la nieve, que es mejor no cruzar.
Entonces el monte se enfada por nuestro atrevimiento, y llama a su amigo Félix que pone sobre nuestras cabezas una ventisca de hielo con aires gélidos y muy potentes. Empezamos a bajar veloces, pero la piedra empapada hace que cada paso sea un calvario al tener que extremar las precauciones y el equilibrio. Mientras tanto, los que quedaron abajo se quedan helados al no moverse.
Los más ágiles bajan deprisa, pero el cierre del grupo avanza muy despacio al tener que ayudar a varias personas. Al fin, y tras más de dos horas de pasarlo mal, mojados y con las manos muy frías, nos reagrupamos todos en la pista para retomar la cervatina y volver a Puebla de Lillo.
En el bosque de la cervatina, rodeados de pinos y melojos |
Después de la tormenta siempre viene la calma, y llegando al pueblo un tímido sol nos alegra un poco la piel y el corazón. Más tarde, al calor de la lumbre y de la barra del bar, nos vuelve la sonrisa y el buen rollo de siempre.
Hay días mejores y peores, en la montaña nada es seguro. Siempre siempre hay que ir con prudencia, no confiarse y ayudar a los demás. Mamá Pato sufrió un poco, pero está aliviada de llevar a sus polluelos sanos y salvos a casa. Un abrazo grande a Álvaro por su inestimable ayuda y a todos los que, aun pasándolo mal, se lo tomaron con buen humor. Unas sidras en Oviedo, y nos veremos después de Semana Santa...
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