martes, 14 de mayo de 2019

Pico Ausente (11 mayo 2019)

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

                  Pablo Neruda - Veinte poemas de amor y una canción desesperada

Ausencias ausencias. Todos echamos de menos a alguien: si me faltas tú, yo no soy nadie. Hay brillos en presente, y aun otros más fuertes en ausente. Hoy nos falta el jefe, ¿dó estás tú, que no te puedo ver? ¿dó estás tú, si no es en mi mente? Los espacios ubicuos llenados por el vacío no se pueden ocupar. De eso se trata, de rellenar huecos, en la cabeza, en el corazón, en el alma. Y en el estómago, claro. Con un agujero en esa zona, es imposible pensar con claridad y tener buenos humores. Desayunemos algo en el Jeyro, luego ya nos ocuparemos de nuestros asuntos.

Pico Ausente (2041 m)

Reliquias de un glaciar ausente: el lago homónimo

Y aunque me digan el mote
de ausente y de renegada,
me las tuve y me las tengo
todavía, todavía,
y me sigue su mirada.

                      Gabriela Mistral - Montañas mías
 
Nos lanzamos a la carrera por el valle de Aller, desde Felechosa a la Raya, trepando el puerto de San Isidro. Curva tras curva, y otra curva más, los intestinos empiezan a bailar. Nos tapa la sombra del Pico Torres, que atrapa una espesa nube esta mañana de sábado. ¿Despejará? ¿Veremos el sol y el azul? Sí, seguro que sí. Buscamos siempre horizontes perdidos. Y también lo prefieren los fabricantes de crema solar, de algo tienen que comer. Cremita para la piel, cremita para las heridas. La más rica miel. Fríos sudores en las axilas y en las sienes, transpiraciones excesivas. Palpitaciones en el corazón: nos ponemos en marcha a través de esmeraldas praderías en la estación de esquí. Rodeados por este paisaje, el día puede ser memorable.

Pico Torres (2100 m), algo tímido esta mañana, no se quiere desnudar

Mar esmeralda a nuestros pies, grises y blancos en las cumbres, celeste en las alturas

Si soy el roble con el viento en guerra,
¿cómo viví con la raíz ausente?
¿Cómo se puede florecer sin tierra?

                   Alfonso Camín - Cuando retorno

Seguimos vuestra pista, vuestras huellas por los neveros. Persiguiendo a seres que no existen, pero que habitan en las montañas, abren caminos y rutas. Se alimentan de maná y de algún excursionista despistado. Les ofrecemos pistachos sin sal, pero no aparecen. Creo que hoy no los veremos, pero viven cerca del lago. Bajan a los bares luego. Primera parada a la vista del lago, la cumbre justo encima. ¿Ella le da el nombre a él? ¿O él a ella? Jugamos a la cabrilla. En la masa de agua del Ausente rebotan piedras: un, dos, tres... hasta diez saltos. Mejóralo si puedes. El periplo se vuelve inclinado, atraviesa neveros y sube cresteando. Tomamos la vía más corta, y recortamos la crestería que sube directa a la Peña de Requejines.

Cresteando, sudando, blasfemando...

Peña de Requejines (2026 m), poblada de diversa fauna caprina

Cada vez más ausente.
Como si un tren lejano
recorriera mi cuerpo.
Como si un negro barco
negro.

           Miguel Hernández - Cancionero y romancero de ausencias

El aire es frío pero el sol castiga, las nubes hace tiempo que ya nos dejaron. Vamos a por la segunda cumbre, está sólo a unos cientos de metros. Si te quedas aquí, no sales en la foto. Y es verdad. A esta altitud, rodeados de silencio y de puro cielo, nos vamos ausentando en nuestros propios pensamientos. El tiempo parece detenerse aquí, el mundo y sus preocupaciones están lejanos. Quedarse aquí para siempre o volver al ruido. Quién pudiera. Damos la vuelta y comemos a la sombra del viento, disfrutando cada bocado y cada siesta. Todo es perfecto, aquí y ahora. Ni cinco minutos antes, ni cinco minutos después. Ahora.

Soberbio e infinito sosiego

En la cima del Ausente. Caras (y corazones) felices. Algún ausente

Si tú te vas,
yo me quedo ausente.

Nada ya importa.
Ni el mundo rugiente.
Nada. Ni la risa,
ni mi vida o la muerte.

Si tú te vas,
yo me pierdo entre la gente.

Las siestas en las cumbres soleadas son las mejores siestas. Se limpian los pulmones, y se limpia el alma. Medio despiertos empezamos el camino de regreso, recorriendo una bella canal que nos lleva al inicio: la pista de los seres ausentados, rumbo a la estación de esquí. Verdes prados y cielos abiertos. Vayamos a la espicha de la noche. Siempre queremos más y más de todo esto.

Canal y descenso oblicuo entre grandes agujas afiladas

No se puede, o no se debe, poner puertas al campo

Nos vemos en la última parada de la temporada.

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