lunes, 18 de noviembre de 2019

Lago Ubales (2 noviembre 2019)

Quedan, en las altas parameras del puerto de San Isidro, vestigios de una época pretérita y glacial, en la que el frío y el hielo dominaban estas cumbres. Vestigios en forma de circos glaciares y pequeños lagos y lagunas originados de la fusión de las nieves perpetuas.

Lago Ubales y Pico Cascayón

Si hace unos meses visitábamos el lago (y pico) Ausente, haremos lo propio en el día presente con el lago Ubales y el Pico Cascayón (1951 m). En aquel día: primavera naciente y sol, en este: viento frío y ambiente desapacible.

Saliendo de León, tomamos la pista Wamba para subir hacia el collado Acebal, retornando a nuestra bella Asturias, que nos regala vistas del parque de Redes luciendo su mejor estampa otoñal.

Siguiendo la pista Wamba, con la cresta de la Peña del Viento apuntando al cielo

La senda serpentea por las empinadas laderas del pico Cascayón, cubierto de monte bajo, el cual tenemos que rodear para, una vez pasado el collado La Xara y atravesando un enorme canchal, alcanzar su circo y laguna glaciares.

Desde el collao La Xara, espectacular vista otoñal de Redes con los Picos al fondo, destacando la Peña Santa

En este lugar, a orillas del lago Ubales, el viento se levanta demoledor y el frío nos llega hasta los huesos. No podemos quedarnos quietos mucho tiempo, así que seguimos para intentar hacer cumbre, a la que finalmente no llegaremos debido a la fuerza del viento. Nos queda pendiente hollar la cumbre del Cascayón.

Lago Ubales

Media vuelta repitiendo cada uno de nuestros pasos, luego comer algo aguantando el vendaval, y sin mucha dilación para el autobús. A medio camino y a vista de la laguna, con este día tan áspero, se me viene a la mente (por cierta similitud en el paisaje, salvando las distancias) el romance de aquel genial poeta sevillano, enamorado de las tierras castellanas. Y decía así:

  LA TIERRA DE ALVARGONZÁLEZ
            I

  Siendo mozo Alvargonzález,
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí, opulencia,
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla.

Muy ricas las bodas fueron
y quien las vio las recuerda;
sonadas las tornabodas
que hizo Alvar en su aldea;
hubo gaitas, tamboriles,
flauta, bandurria y vihuela,
fuegos a la valenciana
y danza a la aragonesa.

            II

  Feliz vivió Alvargonzález
en el amor de su tierra.
Naciéronle tres varones,
que en el campo son riqueza,
y, ya crecidos, los puso,
uno a cultivar la huerta,
otro a cuidar los merinos,
y dio el menor a la Iglesia.

            III

  Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea.

  Casáronse los mayores;
tuvo Alvargonzález nueras,
que le trajeron cizaña,
antes que nietos le dieran.

  La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera.

  El menor, que a los latines
prefería las doncellas
hermosas y no gustaba
de vestir por la cabeza,
colgó la sotana un día
y partió a lejanas tierras.

La madre lloró, y el padre
diole bendición y herencia.

            IV

  Alvargonzález ya tiene
la adusta frente arrugada,
por la barba le platea
la sombra azul de la cara.

  Una mañana de otoño
salió solo de su casa;
no llevaba sus lebreles,
agudos canes de caza;

  iba triste y pensativo
por la alameda dorada;
anduvo largo camino
y llegó a una fuente clara.

  Echóse en la tierra; puso
sobre una piedra la manta,
y a la vera de la fuente
durmió al arrullo del agua.

  EL SUEÑO
            I

  Y Alvargonzález veía,
como Jacob, una escala
que iba de la tierra al cielo,
y oyó una voz que le hablaba.

Mas las hadas hilanderas,
entre las vedijas blancas
y vellones de oro, han puesto
un mechón de negra lana.

            II

Tres niños están jugando
a la puerta de su casa;
entre los mayores brinca
un cuervo de negras alas.

La mujer vigila, cose
y, a ratos, sonríe y canta.

—Hijos, ¿qué hacéis? —les pregunta.

Ellos se miran y callan.

—Subid al monte, hijos míos,
y antes que la noche caiga,
con un brazado de estepas
hacedme una buena llama.

            III

  Sobre el lar de Alvargonzález
está la leña apilada;
el mayor quiere encenderla,
pero no brota la llama.

—Padre, la hoguera no prende,
está la estepa mojada.

  Su hermano viene a ayudarle
y arroja astillas y ramas
sobre los troncos de roble;
pero el rescoldo se apaga.

Acude el menor, y enciende,
bajo la negra campana
de la cocina, una hoguera
que alumbra toda la casa.

            IV

  Alvargonzález levanta
en brazos al más pequeño
y en sus rodillas lo sienta;

—Tus manos hacen el fuego;
aunque el último naciste
tú eres en mi amor primero.

  Los dos mayores se alejan
por los rincones del sueño.
Entre los dos fugitivos
reluce un hacha de hierro.

  AQUELLA TARDE...
            I

  Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.

Los hijos de Alvargonzález
silenciosos caminaban,
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.

            II

  Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.

Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.

            III

  A la vera de la fuente
quedó Alvargonzález muerto.

Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho,
por donde la sangre brota,
más un hachazo en el cuello.

Cuenta la hazaña del campo
el agua clara corriendo,
mientras los dos asesinos
huyen hacia los hayedos.

Hasta la Laguna Negra,
bajo las fuentes del Duero,
llevan el muerto, dejando
detrás un rastro sangriento,
y en la laguna sin fondo,
que guarda bien los secretos,
con una piedra amarrada
a los pies, tumba le dieron.



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