jueves, 25 de octubre de 2018

Poncebos - Bulnes - Pandébano (20 octubre 2018)

Hoy toca despedirse por esta temporada de los Picos de Europa. En breve se taparán con su blanca manta para descansar en silencio otro invierno más. Hasta el verano que viene no volveremos, cuando el sol libere los caminos y sus moradores (rebecos, buitres, ¿gigantes?) nos dejen regresar.


El Parque Nacional ya es un venerable anciano centenario que hay que tratar con consideración para que conserve su salud y buen humor. Nuestro abuelo de las montañas tiene que vivir al menos cien años más; quisiéramos que fuera para siempre. Es algo cascarrabias, bruto y de encanecida barba, pero generoso. Como el abuelito de Heidi. Mejor no hacerlo enfadar.

Acostumbrados a la rutina de los sábados -uno sí, uno no- despertamos sobre las 7. Mejor dicho nos levantamos. Aún queda mucho para despertar. Desayuno, mochila, ducha, salir corriendo. Tengo la sensación de que se me olvida algo: ¿las gafas de sol, la cremina solar, el bocadillo? El bus no espera o sí que espera. Siempre hay gente que llega tarde. Paciencia, paciencia por favor. Intentad ser puntuales. Abrazos, risas, las preguntas habituales (¿llego ya Ana Mañanes? ¿viene hoy Jesús?). Que fame y que sueño. Todos a bordo, que vamos a despegar.

Dan buen día y nos dirigimos al oriente astur. Aunque el sol está perezoso como nosotros y sólo se deja vislumbrar. Lo cubre una cortina de ligera niebla matutina.

Bello amanecer desde el autobús. Por autopista nadie se marea ¿eh golfos?

Entre ronquidos y arrepentimientos de la fiesta del viernes noche, arribamos a Arenas de Cabrales. Queremos pincho y lo queremos ya. Nos repartimos por los diversos establecimientos. Somos Atila y sus hunos sedientos de botín: el piscolabis. Algunos ya desayunaron en casa. No me extraña que seamos el terror de los camareros, ya que nos agolpamos en la barra y es imposible atender a 40 personas de golpe. Más paciencia por favor.

La visita al baño extrema es un must del grupo. Imprescindible. Largas colas se forman curiosamente cuando quedan 5 minutos para la hora de salida. "Chicos, en 5 minutos nos vamos, si alguien tiene que ir al baño...". Debe de haber conexión directa entre el tímpano y la vejiga -vía cerebelo- y más de uno, al oír tal recordatorio, sufre de repentina incontinencia. Depósito de paciencia en la reserva: hay que repostar.

Saliendo de la villa la carretera se torna serpenteante hacia las estribaciones de las altas cumbres calizas de la cordillera. El sol nos recibe gentilmente llegando a Puente Poncebos, donde también nos dan la bienvenida hordas de turistas con ganas de patear el Cares. Por suerte nosotros nos desviamos para usar la GR 202 - Ruta de la Reconquista.
 
Poza hermosa en el Cares, perfecta para un bañín / ahogar turistas

El camino a Bulnes era la vía usada para ir a Vega de Urriellu pasando por Pandébano, antes de existir la subida por las invernales de Sotres, que es lo habitual ahora. De esta forma se ahorran unos 1000 metros de desnivel. Antaño para llegar al refugio ya se gastaba un día entero (aprox. 2000 m desnivel, 10 km, 8 horas).

Bulnes, Sotres, Tielve, Tresviso, Bejes... ¿qué llevaría a sus primeros habitantes a vivir allí, tan lejos de todo, con una vida tan dura? ¿De qué huían? ¿No tenían otras tierras donde asentarse? Preguntas, preguntas.

Bulnes de abajo

Bulnes de arriba o el Castillo

Al poco de iniciar la marcha desde Poncebos nos apartamos del Cares cruzando el puente de la Jaya e iniciamos la subida a Bulnes, el único pueblo asturiano sin acceso rodado. Si eres un poco vago puedes usar el funicular. Y si te sobra la pasta. Casi 20 euros el viaje. Si pulsas este enlace verás que lo gestiona nuestra compañía de autobuses preferida. Ya decía yo, ya. Infraestructura financiada con dinero público. Beneficios privados. Tin ton tin: próxima estación, Bulnes. Rogamos vigilen sus pertenencias.

Decir que la subida a Bulnes es espectacular es quedarse corto. Lo que te pierdes por usar el funicular.

El camino repta pegado a la roca caliza y zigzaguea una vez, otra vez. Y otra vez. Hasta llegar a la preciosa villa. Me gusta Bulnes. Tiene tantos bares como casas. Yo quiero una casita aquí. Aunque para ver el Picu se necesita subir un extra. Y sufrir. Son sinónimos.

Nos reagrupamos en este punto. El estado físico del grupo es tirando a flojo, tengo que ponerlos a tono. Eso sí, voluntad no falta: nadie se queda aquí y todos queremos subir a Pandébano. Y eso que opciones culturales no faltan para pasar una buena tarde de sábado. Cuando digo culturales ya sabéis que hablo de chigres. Comer y beber es parte de la cultura de un lugar.

El caminín empedrado que sube a Pandébano parece formar escaleras. La roca está bastante gastada y en algunos puntos hay barro. Mucha precaución para bajar, no vaya a ser que alguno se disloque algo. Romper una piedra con la cabeza es otra posibilidad. O ambas a la vez. 2x1.

La caliza y los espacios abiertos dejan paso a la espesura y la foresta nos sorprende con sus colores otoñales, aunque todavía es pronto para ver la paleta completa de tonos pardos. Sería necesario volver un par de semanas después.

Verdes brañas, hojas de otoño, rocas blancas, sol y cielos azules. Yo me quedo aquí

Picu Urriellu entre neblina. Amo y señor de estas alturas

Con cierto esfuerzo dejamos atrás el bosque y un sol resplandeciente, junto a un cielo limpio y azulísimo, nos alegran la parte final de la subida. Los espacios se vuelven a ensanchar. Estamos ya en las majadas del collado de Pandébano. Nuestro Urriellu también nos saluda y no se me ocurre mejor lugar para comer (y si pudiera: dormir la siesta). El día y el lugar están inmejorables.

Nuestro grupo, que estaba muy alargado por la estrechez de la ruta, va llegando poco a poco. Sentados y felices, comemos. También charlamos y reímos. Aquí reina la armonía. Nos dura poco, hay que bajar y volver al mundo real. Lástima. ¿Y si me quedo en una cabaña? Del alemán de Corao al informático de Pandébano.


Debilitados por el tiempo y el destino, pero resueltos
a luchar, buscar, encontrar y no rendirse jamás.

(interpretación: poneos en mejor forma)

La bajada resulta pesada y larga, las "escaleras" de piedra con barro son peligrosas. Estábamos muy bien allá arriba. Mucho cuidado. Reagrupación en Bulnes y sin parar hasta el autobús.

Carreta y vuelta a Oviedo. Espero que los Picos de Europa nos esperen el año próximo. Nuestro agradecimiento al señor-jefe de todo esto: Raúl. Sin ti esto no sería posible. Todos te queremos un montón. Hasta la próxima. Quiero ver más montañas y azules horizontes.

La galería completa de fotos en flickr

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