jueves, 17 de octubre de 2019

Muxivén (5 octubre 2019)

En un bonito valle glaciar, en el límite entre Laciana y Babia (en tierras de León), se asienta la hermosa aldea de Lumajo, nuestro punto de partida de la excursión de hoy.  Este lugar, que parece parado en el tiempo, está repleto de hórreos y tejados de pizarra, y sobresaliendo por encima de estos: el Muxivén (2027 m). El sitio al que nos gustaría llegar.

Muxivén (2027 m)

Las costumbres y el entorno natural (y humano) son muy similares a lo que encontramos al otro lado de las montañas, en Somiedo y Cangas. Laciana, Somiedo, Cangas... comarcas donde reina el oso y el urogallo, donde la minería trajo el progreso y ahora se lo lleva, dejando emigración y despoblamiento. Donde siempre quedarán las altas brañas y los vaqueiros y su ganado. Tierras muy juntas y a la vez separadas por la cordillera y los mapas.

Por tierras de Laciana

Comenzamos la temporada en un precioso día, casi veraniego, con los campos todavía agostados, dorados por un sol implacable que nos estará pegando sobre la cabeza toda la jornada. Partimos desde la última casa de Lumajo y, siguiendo una pista que torna al Norte, observamos hacia el Este la parte derecha del valle, de naturaleza caliza, paisaje de (estar en) Babia. Hacia el Oeste, a nuestra izquierda, el imponente Muxivén que, rompiendo la monotonía caliza, se alza en cúbicas cuarcitas y pizarras, que gobernarán las alturas de Laciana y los Ancares. Se nos pixela este Muxivén.

El valle glaciar de Lumajo, entre pizarras y calizas

Al poco abandonamos la pista, que continúa por el fondo del valle, y tornamos a nuestra izquierda para empezar a subir las empinadas laderas que nos llevarán al collado de la Bobia (1780 m). Rodeados de monte bajo y de turberas, sin un mísero arbolillo a la vista que nos regale algo de sombra para aliviar nuestros sudores, la solana inmisericorde nos golpea una y otra vez. Para esto sólo existe un remedio: beber mucho, tapar ojos y cabeza, y subir muuuy despacio.

Collado de la Bobia (1780 m)

Llegados al colláu, un viento fresco otoñal nos reconforta y las pendientes se relajan. En este punto, seguiremos la cresta del monte en dirección Sur. Caminando en sentido contrario se llegaría al Cornón (2188 m), techo de esta zona de la cordillera en rivalidad con Peña Orniz. Intentamos evitar las enormes rocas que se nos cruzan por nuestro camino y atravesamos, mal que bien, mal que mal, canchales interminables de grandes piedras. Los canchales de caliza son más fáciles; esto es como subir y bajar escaleras continuamente.

Entre grandes piedras...

Pasando (y parando) previamente por la cumbre Norte del pico, posteriormente, con un ritmo muy relajado, atacamos la cumbre principal. No tenemos prisa ninguna. Llegamos arriba en el momento perfecto: la hora de comer. Fotos, conversaciones, bocadillos, paisajes abiertos. También brownies, cafés y digestivos. No lo hacemos mal, no.

¡Cumbre!
Altas vistas, al Oeste: Laciana, al Norte: el Cornón, al Este: Babia

Antes de que el sueño nos atrape, nos ponemos en marcha para regresar por la misma ruta que hicimos a la ida. No sé si es la brisa, o la tarde, o que estoy bajando, pero yo ya no tengo tanto calor como antes. La tarde se engalana para nosotros con un cielo azul limpísimo y un sol bajante que ya no pega como hace unas horas, y nos obsequia con una clara y oblicua luz. Unas cervezas en el chigre del pueblo y vuelta a casa. Nos esperan más aventuras.

Somos de chigre

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