lunes, 30 de diciembre de 2019

Covadonga - Cruz de Priena - Lagos (30 noviembre 2019)

¿Por qué nos atraen tanto las montañas?

Quizás sea un mero acercamiento estético, un deleite sensorial por la belleza de la naturaleza. Infinitamente más hermosa que cualquier creación humana.
También está el aspecto deportivo, bien como esfuerzo atlético, bien como autosuperación de los límites propios.
A otras personas les motiva la conquista de una cima, de una meta. El poner un banderín en la cumbre y tacharla de la lista de objetivos.
¿Las montañas son un medio o un fin en sí mismas? ¿Escapamos de nuestra vida moderna o buscamos nuestro hogar allí? ¿Huimos de nosotros mismos? Tal vez simplemente nos llaman con cantos de sirena y debemos acudir a su encuentro.

Escoge tú lo que más te convenza. Yo creo que puede ser una mezcla de todo lo anterior.


Así que otro sábado más, poseídos por esta extraña pulsión vital, retornamos a su cobijo. Somos presos de un hábito quincenal. Aunque desde luego, en esta jornada de hoy, lo que nos espera es lanzarnos al barro. Literalmente.

Con esto del cambio climático no sabe uno por dónde tirar. Asturias últimamente oscila entre ser un paraíso tropical y ser como Nepal en la temporada de monzones (en noviembre récord de precipitaciones y 20 días consecutivos de lluvia). ¿Voy en chanclas? ¿Me pongo el bañador? ¿Cojo botas de invierno? La insoportable levedad del ser, problema existencial(ista).


Debido a la lluvia hacemos una leve modificación del plan: saldremos de Covadonga para hacer la Cruz de Priena y luego ya veremos. De cinco excursiones que llevamos en la temporada, cuatro cambios tuvimos que hacer por la climatología. Al menos estamos en Picos, y eso siempre es un acontecimiento notable.

Partimos de la Cova Domina acompañados de una buena cortina de lluvia, para tomar la senda que serpentea directa al pico Priena. Ya estuvimos aquí en 2017, no obstante es una gozada volver. Es una cumbre accesible con unas vistas maravillosas.

A la mara cara, buen tiempo. Creo que era así

Nuestra vista: espiritual. Nuestra ropa: empapada. Nuestra marcha: corta. Vamos bien acompañados hoy de una Oma germánica, que va lenta pero segura. Con casi 80 años soportando el desnivel y el mal tiempo, ahí es nada. Para que te quejes luego de tus achaques; vergüenza debería darte.

Hacemos cumbre bien duchados y, como nos gusta complicarnos la vida, en vez de retornar decidimos continuar hacia los Lagos. Se ven algunos claros en el cielo, tiene pinta de que va a despejar. Quien no se consuela es porque no quiere.


El mulo que va en cabeza intenta enlazar la cumbre con la senda Frassinelli y cumple la tarea con creces, haciendo una exfoliación grupal gratuita a base de pinchos del matorral y monte bajo que atravesamos.

En este momento creemos ingenuamente que lo peor ya ha pasado. Aparece el sol, las cumbres santas se dejan ver, todo es maravilloso. Definitivamente ¡Al lago Enol!

La Torre de Santa María luciendo sus mejores galas blancas

Pero, ay amigo. Los 20 días de lluvia non-stop convierten un camino sencillo en un infierno de barro y charcos (mejor dicho lagunas) por la que avanzamos indolentemente despacio. Varias veces algunos miembros del Grupo se hunden hasta casi las rodillas. Esto no es andar, es chapotear en el fango.

Nos lo tomamos con bastante buen humor. Las botas y el cutis necesitan hidratación. El único problema es que nos queda un buen trozo hasta el aparcamiento de Buferrera, donde nos aguarda el bus, y a este paso se nos va a hacer de noche.

No es para tanto, exagerados

Para evitar males mayores salimos a la carretera y afrontamos la parte final de la ruta por asfalto que es más rápido. Después de un buen rato pisando el duro suelo, a un kilómetro más o menos de llegar al lago Enol, nos recoge ya muy cansados el autobús en una curva, pasado ya el mirador de la reina.

 
Hay mucho buitre en el mirador de la reina

Hartos ya de barro y lluvia, nos quedamos sin ver los Lagos. Hoy puede más el ponerse ropa limpia que completar la excursión, incluso para los nativo-asturianos. Otro día será, los lagos seguirán ahí. Qué día más raro...

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martes, 10 de diciembre de 2019

Picu Llosoriu (16 noviembre 2019)

Cecilia, vienes Cecilia
con cambios de planes:
otro déjà vu nos dejas
y tú lloviendo a mares.



Febrero 2018
Noviembre 2019

Como nos gustó tanto aquel día, repetimos: pulsa aquí para ver la descripción de la ruta en 2018.

Aunque al final no hizo tan mal tiempo
Y de todas formas, no importa nieve, lluvia o barro, siempre completamos el camino

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lunes, 18 de noviembre de 2019

Lago Ubales (2 noviembre 2019)

Quedan, en las altas parameras del puerto de San Isidro, vestigios de una época pretérita y glacial, en la que el frío y el hielo dominaban estas cumbres. Vestigios en forma de circos glaciares y pequeños lagos y lagunas originados de la fusión de las nieves perpetuas.

Lago Ubales y Pico Cascayón

Si hace unos meses visitábamos el lago (y pico) Ausente, haremos lo propio en el día presente con el lago Ubales y el Pico Cascayón (1951 m). En aquel día: primavera naciente y sol, en este: viento frío y ambiente desapacible.

Saliendo de León, tomamos la pista Wamba para subir hacia el collado Acebal, retornando a nuestra bella Asturias, que nos regala vistas del parque de Redes luciendo su mejor estampa otoñal.

Siguiendo la pista Wamba, con la cresta de la Peña del Viento apuntando al cielo

La senda serpentea por las empinadas laderas del pico Cascayón, cubierto de monte bajo, el cual tenemos que rodear para, una vez pasado el collado La Xara y atravesando un enorme canchal, alcanzar su circo y laguna glaciares.

Desde el collao La Xara, espectacular vista otoñal de Redes con los Picos al fondo, destacando la Peña Santa

En este lugar, a orillas del lago Ubales, el viento se levanta demoledor y el frío nos llega hasta los huesos. No podemos quedarnos quietos mucho tiempo, así que seguimos para intentar hacer cumbre, a la que finalmente no llegaremos debido a la fuerza del viento. Nos queda pendiente hollar la cumbre del Cascayón.

Lago Ubales

Media vuelta repitiendo cada uno de nuestros pasos, luego comer algo aguantando el vendaval, y sin mucha dilación para el autobús. A medio camino y a vista de la laguna, con este día tan áspero, se me viene a la mente (por cierta similitud en el paisaje, salvando las distancias) el romance de aquel genial poeta sevillano, enamorado de las tierras castellanas. Y decía así:

  LA TIERRA DE ALVARGONZÁLEZ
            I

  Siendo mozo Alvargonzález,
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí, opulencia,
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla.

Muy ricas las bodas fueron
y quien las vio las recuerda;
sonadas las tornabodas
que hizo Alvar en su aldea;
hubo gaitas, tamboriles,
flauta, bandurria y vihuela,
fuegos a la valenciana
y danza a la aragonesa.

            II

  Feliz vivió Alvargonzález
en el amor de su tierra.
Naciéronle tres varones,
que en el campo son riqueza,
y, ya crecidos, los puso,
uno a cultivar la huerta,
otro a cuidar los merinos,
y dio el menor a la Iglesia.

            III

  Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea.

  Casáronse los mayores;
tuvo Alvargonzález nueras,
que le trajeron cizaña,
antes que nietos le dieran.

  La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera.

  El menor, que a los latines
prefería las doncellas
hermosas y no gustaba
de vestir por la cabeza,
colgó la sotana un día
y partió a lejanas tierras.

La madre lloró, y el padre
diole bendición y herencia.

            IV

  Alvargonzález ya tiene
la adusta frente arrugada,
por la barba le platea
la sombra azul de la cara.

  Una mañana de otoño
salió solo de su casa;
no llevaba sus lebreles,
agudos canes de caza;

  iba triste y pensativo
por la alameda dorada;
anduvo largo camino
y llegó a una fuente clara.

  Echóse en la tierra; puso
sobre una piedra la manta,
y a la vera de la fuente
durmió al arrullo del agua.

  EL SUEÑO
            I

  Y Alvargonzález veía,
como Jacob, una escala
que iba de la tierra al cielo,
y oyó una voz que le hablaba.

Mas las hadas hilanderas,
entre las vedijas blancas
y vellones de oro, han puesto
un mechón de negra lana.

            II

Tres niños están jugando
a la puerta de su casa;
entre los mayores brinca
un cuervo de negras alas.

La mujer vigila, cose
y, a ratos, sonríe y canta.

—Hijos, ¿qué hacéis? —les pregunta.

Ellos se miran y callan.

—Subid al monte, hijos míos,
y antes que la noche caiga,
con un brazado de estepas
hacedme una buena llama.

            III

  Sobre el lar de Alvargonzález
está la leña apilada;
el mayor quiere encenderla,
pero no brota la llama.

—Padre, la hoguera no prende,
está la estepa mojada.

  Su hermano viene a ayudarle
y arroja astillas y ramas
sobre los troncos de roble;
pero el rescoldo se apaga.

Acude el menor, y enciende,
bajo la negra campana
de la cocina, una hoguera
que alumbra toda la casa.

            IV

  Alvargonzález levanta
en brazos al más pequeño
y en sus rodillas lo sienta;

—Tus manos hacen el fuego;
aunque el último naciste
tú eres en mi amor primero.

  Los dos mayores se alejan
por los rincones del sueño.
Entre los dos fugitivos
reluce un hacha de hierro.

  AQUELLA TARDE...
            I

  Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.

Los hijos de Alvargonzález
silenciosos caminaban,
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.

            II

  Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.

Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.

            III

  A la vera de la fuente
quedó Alvargonzález muerto.

Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho,
por donde la sangre brota,
más un hachazo en el cuello.

Cuenta la hazaña del campo
el agua clara corriendo,
mientras los dos asesinos
huyen hacia los hayedos.

Hasta la Laguna Negra,
bajo las fuentes del Duero,
llevan el muerto, dejando
detrás un rastro sangriento,
y en la laguna sin fondo,
que guarda bien los secretos,
con una piedra amarrada
a los pies, tumba le dieron.



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sábado, 16 de noviembre de 2019

Brañas alleranas (19 octubre 2019)

Como un déjà vu, como una extraña mezcla de tiempos pretéritos (un híbrido entre Brañas Alleranas de 2013 y agua hasta aburrir), retornamos a las brañas con mucha lluvia, lluvia cabrona e inclemente, lluvia de merde, con perdón.

Brañas Alleranas. Amigo, con este panorama, sabes que te vas a mojar.

Y vuelta a empezar. Hace 6 años decía esto:
La idea era subir a la Peña'l Vientu. Pero la intensa nevada caída durante la noche del viernes impidió al autocar subir por el puerto de San Isidro, y tuvimos que quedarnos en Felechosa.

Pero como siempre tenemos un plan B, hicimos una salida por las brañas del concejo de Aller y pisamos la primera nieve de la temporada.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No sé yo. Pubrinas las brañas alleranas, siempre nos acordamos de ellas como plan alternativo, como segundo plato, como más vale esto que nada. Es normal que nos caigan chuzos de punta, justicia poética o karma, maldita suerte dirían otros.

Con tanto poncho de plástico, somos una procesión formada por los extras de los anuncios del capitán Pescanova y los dobles del malo de Sé lo que hicisteis el último verano.

Hacía mucho tiempo que no estaba 5 horas bajo la lluvia, es como si me hubiera vestido para ir de montaña para acto seguido meterme bajo la ducha. Esto me pone de mal humor. No tengo ganas de escribir. A la media hora, un río de barro y una cortina de agua ya me dejan calado hasta la ropa interior. Mamina, con lo bien que se estaba en la camina.

Este soy yo, mojado y cabreado.

Apuramos para volver rápido, sin comer siquiera. La crónica se asemeja al día: fugaz e incómoda. Lo dejo aquí. Un día para no recordar, aunque siempre le ponemos a la buena cara mal tiempo, o algo así. Always look on the bright side of life. Por no haber no hay ni una foto buena.

Agua dulce, agua salá.

Acabamos tomando fabes en el Jeyro: en un bar y delante de un vaso (y de un plato caliente) la vida se ve más en rosa, rosa vino tinto. Hubo gente, gente que empezaba hoy, gente que lo pasó bien y va a repetir. Juventud. Debo estar haciéndome mayor. Me voy a dormir...

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(no fiarse del track, hasta el GPS dejó de funcionar por la lluvia)

jueves, 17 de octubre de 2019

Muxivén (5 octubre 2019)

En un bonito valle glaciar, en el límite entre Laciana y Babia (en tierras de León), se asienta la hermosa aldea de Lumajo, nuestro punto de partida de la excursión de hoy.  Este lugar, que parece parado en el tiempo, está repleto de hórreos y tejados de pizarra, y sobresaliendo por encima de estos: el Muxivén (2027 m). El sitio al que nos gustaría llegar.

Muxivén (2027 m)

Las costumbres y el entorno natural (y humano) son muy similares a lo que encontramos al otro lado de las montañas, en Somiedo y Cangas. Laciana, Somiedo, Cangas... comarcas donde reina el oso y el urogallo, donde la minería trajo el progreso y ahora se lo lleva, dejando emigración y despoblamiento. Donde siempre quedarán las altas brañas y los vaqueiros y su ganado. Tierras muy juntas y a la vez separadas por la cordillera y los mapas.

Por tierras de Laciana

Comenzamos la temporada en un precioso día, casi veraniego, con los campos todavía agostados, dorados por un sol implacable que nos estará pegando sobre la cabeza toda la jornada. Partimos desde la última casa de Lumajo y, siguiendo una pista que torna al Norte, observamos hacia el Este la parte derecha del valle, de naturaleza caliza, paisaje de (estar en) Babia. Hacia el Oeste, a nuestra izquierda, el imponente Muxivén que, rompiendo la monotonía caliza, se alza en cúbicas cuarcitas y pizarras, que gobernarán las alturas de Laciana y los Ancares. Se nos pixela este Muxivén.

El valle glaciar de Lumajo, entre pizarras y calizas

Al poco abandonamos la pista, que continúa por el fondo del valle, y tornamos a nuestra izquierda para empezar a subir las empinadas laderas que nos llevarán al collado de la Bobia (1780 m). Rodeados de monte bajo y de turberas, sin un mísero arbolillo a la vista que nos regale algo de sombra para aliviar nuestros sudores, la solana inmisericorde nos golpea una y otra vez. Para esto sólo existe un remedio: beber mucho, tapar ojos y cabeza, y subir muuuy despacio.

Collado de la Bobia (1780 m)

Llegados al colláu, un viento fresco otoñal nos reconforta y las pendientes se relajan. En este punto, seguiremos la cresta del monte en dirección Sur. Caminando en sentido contrario se llegaría al Cornón (2188 m), techo de esta zona de la cordillera en rivalidad con Peña Orniz. Intentamos evitar las enormes rocas que se nos cruzan por nuestro camino y atravesamos, mal que bien, mal que mal, canchales interminables de grandes piedras. Los canchales de caliza son más fáciles; esto es como subir y bajar escaleras continuamente.

Entre grandes piedras...

Pasando (y parando) previamente por la cumbre Norte del pico, posteriormente, con un ritmo muy relajado, atacamos la cumbre principal. No tenemos prisa ninguna. Llegamos arriba en el momento perfecto: la hora de comer. Fotos, conversaciones, bocadillos, paisajes abiertos. También brownies, cafés y digestivos. No lo hacemos mal, no.

¡Cumbre!
Altas vistas, al Oeste: Laciana, al Norte: el Cornón, al Este: Babia

Antes de que el sueño nos atrape, nos ponemos en marcha para regresar por la misma ruta que hicimos a la ida. No sé si es la brisa, o la tarde, o que estoy bajando, pero yo ya no tengo tanto calor como antes. La tarde se engalana para nosotros con un cielo azul limpísimo y un sol bajante que ya no pega como hace unas horas, y nos obsequia con una clara y oblicua luz. Unas cervezas en el chigre del pueblo y vuelta a casa. Nos esperan más aventuras.

Somos de chigre

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martes, 28 de mayo de 2019

El Pierzu (25 mayo 2019)

El Pierzu (1552 m)

COPLILLAS DEL PIERZU

Aunque confundirme puedas
montañero y buen amigo,
no me llames picu Pienzu:
el Pierzu soy, sé testigo.

Con erre me bautizaron
pastores y caminantes.
En el nombre muy cercanos,
en el mapa muy distantes.

Por la cruz del otro verás
Colunga, la Isla y nuestro mar.
Nunca lo contemplaré yo
anclado aquí a este lugar.

Que no soy muy de presumir,
mas te hablo con franqueza:
de comparar no gusto pero
luzco una muy gran belleza.

Dejando Cangas y su puente,
el río Sella has de cruzar.
Lejos, entre grandes rocas,
me hallarás en Ponga: mi hogar.

Tiatordos y Peña Ten.
Peloño, Beleño y Sellaño.
Los Picos y Peña Santa.
Es mi vista año tras año.

El escenario más hermoso
del que no me puedo mover.
Dichoso tú, que sí puedes
otros parajes perdidos ver.

Ni ya joven ni muy viejo,
visto canas en invierno.
En mayo con su luz me siento
alegre, vivo, moderno.

Vente, vente, aproxímate
si curiosidad tú tienes.
Pero... ¿Y ese griterío?
Eras uno, ¿Y en grupo vienes?

¡Ah! Ya sé quiénes sois.
Charlar tranquilo quería
y a traer este alboroto,
la Universidad os envía.

Bienvenidos pues y sabed
que aunque amigos os considere,
mi paz robáis, me retraigo
y la niebla se me adhiere.

Subid desde la Llomena,
alta collada y las pisadas,
divisad los lagos, subid
hasta mis verdes majadas.

Ahora un respiro, un trago,
y a rodear el piornal.
Al pasar la arista a mi cumbre
sentid el sol primaveral.

Comed aquí montañeros,
así aliviáis mi soledad.
Al resguardo de los vientos,
¡Mi pena y nostalgia ahogad!

¿Ya bajáis? ¿Tan pronto? ¡Adiós!
Disfrutad mientras aún podáis
de estas tardes de juventud
mientras el momento esquiváis.

Triste quedo aquí y solo,
solo en mis tiempos tardíos.
Y espero veros de nuevo
otro mayo, amigos míos.

Foz de la Escalada y Taranes
Peña Salón
Tiatordos entre las nubes
Fin de temporada, ¡hasta siempre amigos!

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