martes, 19 de febrero de 2019

Puerto de San Lorenzo - Dolia. Camín Real de la mesa (16 febrero 2019)

Puerto San Lorenzo - Dolia

(Etapa anterior: Torrestío - Puerto de San Lorenzo)

Otras vacaciones sabatinas que esperamos como yonquis alpinísticos, zombis madrugadores con vocación montañera que despiertan, no en la fría cama o al mojar los labios en el café amargo tevergano, sino curva tras curva, cerrada la vía en procesión hacia San Lorenzo. Esa esfera amarilla y caliente que nos ciega con sus rayos oblicuos, furiosos, muy invernales hoy. Luz decadente que impregna de largas sombras la mesa a la que nos subimos de un salto, sombras de aspecto amenazante. Somos zombis a la sombra, untados de crema solar.


Pasos oblicuos y perezosos: los guías nos sentimos fallidos pastores apacentando a la imberbe turba por senderos gélidos, caminos más dormidos aún que los que los pisan, paso a paso, pisotón a pisotón, ¿acabarán despertando? Los tuétanos con sangre nos impregnan al pasar, frutos silvestres en plena madurez. Urgentes turgencias al tibio tacto, carrascos que se retuercen con la plenitud orgiástica de su pesada simiente carmesí -lista para manchar el suelo-. Ciclo vital que se repite. El eterno alfa y omega. En un arranque de furia famélica nos los querríamos comer, roja la boca y rojizo el estómago, puro veneno.


Huevas de renacuajo, el excelente caviar asturiano de las charcas, de las fétidas turberas, en las que no consigue entrar la extraña y bella luz que gozamos hoy. No hay sombra aquí, casi nada se vislumbra salvo las huevas. Gónadas asexuadas de las que saldrán futuros caminantes con ropajes de colores chillones, casi histriónicos: amarillos fosforitos, azules eléctricos, morados imposibles. Ataviados con sus cortavientos, botas y jerséis de lana, comprados en el rastro, en Amazon o de Decathlon.


No nos cruzamos con nadie, ni con los aldeanos-cabra que se aferran a las laderas poco soleadas de sus brañas, ni siquiera con las vacas-garrapata que se agarran a las briznas de hierba reseca por la nieve, el frío y un calor repentino, voraz, bochorno proveniente del orujo de la tierra, savia telúrica de la que se alimentan.


Nos dejamos caer sobre la hierba, exhaustos amantes tras la bella muerte, cansancio que bombea por nuestros poros que exudan un ocre y viscoso producto con olor a estiércol y vino. Somos uno con lo que pisamos. Más espantapájaros que seres animados, con avidez devoramos pan, bocadillos y chocolate.


Es este cordal que sobresale sobre nuestras cabezas el maxilar dislocado de un gigante durmiente. Molares del juicio, premolares y colmillos despuntando al cénit, rasgando y triturando en níveos algodones la techumbre celeste que nos cobija, rompiendo su monotonía con afiladas cresterías. Intentamos atravesarlo de puntillas a cuchillo entre TéVerga y VelloMonte, con mucho equilibrio -precario-, para no despertar a la bestia, sus fauces podrían tragarse a alguien. Luego cómo explicar a una embajada que la montaña viviente se comió al renacuajo-zombi que visitaba Asturias. Tendrán que enviarnos más, por si queda con hambre el insaciable golem de Yernes y Tameza. Piedras lunares.


Dolía, pero... ¿ya no duele? Creo que no ¿Dolerá otra vez? Es posible, quién lo sabe. Llego al final con demasiada insolación en mi nuca, excesivas divagaciones barrocas, mi pensamiento casi delira. Todos a bordo, nos esperan maniobras imposibles, pero a puerto sanos y salvos.


¿Quién no se siente ferozmente vivo en un día como hoy? Naturaleza, belleza y paisajes interiores. Nuestro tótem.

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miércoles, 13 de febrero de 2019

Tuña - Dolmen de Merillés (2 febrero 2019)

Con el tránsito del Paleolítico al Neolítico y el cambio del modelo nómada a sedentario al aparecer la agricultura, se generaron múltiples cambios en las primitivas sociedades de la época. ¿Qué creencias y rituales impulsaron la construcción de megalitos? ¿Eran tumbas, lugares de culto, el chigre dónde se reunía la tribu a instancias de su chamán? ¿Por qué dejaron de construirse? ¿Se les acabaron las piedronas? Quién lo sabe...

Los de Tineo tenemos algo de neolíticos

En nuestro mundo actual también estamos sufriendo un cambio de modelo. Del homo sapiens al homo consumens, el ser humano que sólo sabe consumir (y consumirse), ideado por el psicólogo y filósofo humanista Erich Fromm. Nuestro individualista modo de vivir se rige por la trilogía trabajo-TV-comprar, y nuestra (in)felicidad se mide en función de lo que podemos adquirir. Por cada artículo fabricado se genera diez veces su peso en desechos y mientras tanto la biosfera se va al carajo. En el futuro ¿investigarán las gasolineras como restos arqueológicos de tumbas o lugares de culto? ¿Pensarán que nuestra civilización se extinguió por agotarse el agua potable? ¿Por quedar nuestro smartphone sin batería y no tener donde enchufarlo para la recarga? ¿Por destruir los bosques para construir dólmenes? A saber, para empezar tendrá que existir alguien que se lo pregunte en el futuro.

En nuestra extraña tribu pasamos de este modelo consumista e individualista, somos más de socializar y compartir: cosas no, paisajes y paisanajes. Homo montañerensis. Otros más bien son de apoyar los codos en la barra del bar.

Tuña y el valle de Genestaza

Y en estos extraños raciocinios irracionales me hallaba yo mientras dormitaba en el bus, curva tras curva de la carretera AS-15 camino de Tuña, donde nació Rafael del Riego, tinetense ilustre e icono republicano. La borrasca que azota Asturias nos impide el ir a Somiedo, pero el día será ideal de todas formas. Gracias a nuestro chamán de bigote, que muy acertadamente sugirió la ruta PR AS-256 para visitar el dolmen de Merillés.

Cielos grises y granizo ocasional nos acompañarán durante la jornada de hoy. Y también un montón de guiris norteamericanos que acaban de llegar a Asturias. Y están encantados. Qué suerte ser como una delegación de la ONU: nos visita gente estupenda de muchos lugares.

Granizos cielos y guiris grises. O algo así dije.

La ruta es sencilla: son pistas y caleyas fáciles con desniveles progresivos y terreno cómodo. Lo que pasa es que el barro primero, y la nevada caída durante la noche después, hacen más divertida y emocionante la caminata. Partimos del valle de Genestaza para recorrer las estribaciones Norte de la Peña Manteca, por el alto de la Reigada, donde se ubica el dolmen.

Tras atravesar la aldea de Merillés, que-da-nombre-al-dolmen, nos internamos en otro mundo, un mundo dominado por el blanco y el susurro del viento en las montañas. Estos bellos momentos se ven interrumpidos por la algarada de nuestra tribu internacional, que se enzarza en batallas de bolas de nieve, gritos y alaridos everywhere. Guajes, guajas, estaos quietos de una vez.

Foto de postal de Merillés

Blancos y anchos horizontes

Parecía que iba a hacer un día horrible, las previsiones eso decían, pero incluso a ratos el sol nos calienta un poco, y pone el broche a un día precioso. Llegamos al dolmen, hacemos fotos, pasamos el punto más alto de la excursión (apenas 900 m) y empieza la bajada, precioso discurrir por una ladera inclinada cubierta por un manto invernal.

Por la ladera del alto de la Reigada

Paso a paso, a un ritmo de paseo, llegamos a la aldea de Espinaredo donde comemos bajo un hórreo, otros a las puertas de la capilla de San Vicente. Todavía hay turrón navideño y batido de vainilla. Qué fame había. Regresamos al valle bajando por la carretera para finalizar en Tuña la excursión, punto inicial y final. Son todavía las 3 de la tarde, así que la noche será larga con mucha conversación y sidra.

Espinaredo, con sus hórreos y su capilla

Los días como hoy, en los que no esperas mucho (o casi nada) por el tiempo que se prevé, son los mejores porque todo es un regalo. Y hoy lo fue. Y gratis. Y no tiene batería ni queda obsoleto. Ni genera desechos. Somos minimalistas pero queremos más de esto. Hasta la próxima.

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